Siguiendo al blanco zorro
Siguiendo al blanco zorro
me interné en la floresta.
¿A tu amigo remembras?
Sé que parezco otro.
El abedul tornábase
morado, entonces vi
al zorro, y pues corrí,
embriagado, en su caza,
no importándome nada.
La floresta burlábase.
Deja tu espada, amigo,
sentaos y oid mis cuitas,
de una historia fortuita,
serás pronto testigo.
En persecución fui,
cegado por leyendas,
tras no pocas reyertas,
quedé sin escudero,
amigos ni destrero,
que inútiles sentí.
Florido recorrido,
manso y tierno vergel.
De aquél ya me aparté
por senderos sombríos.
Albina presa guía
por arduos derroteros,
mil lunas sin sosiego,
mas grande recompensa,
dichos de sabios rezan,
espera a quien porfía.
Disculpa mi ambición,
si por blanco espejismo
rompí lazos queridos,
perdí toda razón.
Prosigo mi relato:
dañado por espinas,
la forestal inquina,
para el soma castigo,
despojome, vacío,
de ropaje y pasado.
Si carnes purifican
enraizados azotes,
de las mientes, entonces,
negros yuyos extirpan.
Así el bosque dejome,
desnudo e inocente,
blanco zorro patente,
tan cerca y aún lejos,
por su captura ciego,
delante un llano informe.
Ya tarde descubrí,
hambriento y sin pertrechos,
aquel hades maltrecho,
mas, insomne, corrí.
Danzan flores carnosas,
gimen pálidas torres,
tierra erupta estertores,
remembro como hoy mismo,
cielo quebrado en sismos,
llámanme negras fosas.
Y aún aquí no termino,
mas si es inverosímil,
comprende, no hallo símil,
para esto percibido.
A través del cruel limbo
guíame el zorro impávido
bajo duros agravios,
fieras, truenos, relinchos,
sólo de mí vestigios.
Ante tal torre, ínfimo.
Marmórea en su esplendor,
Férrea confina el limbo
Guarda sus señoríos
Del caos destructor.
De los ojos, asoman,
de la torre, afligidas,
miradas compasivas,
unas, damas, aquéllas
ancianas o doncellas,
por mi razón entonan:
"No malgaste esmeros,
renuncie a esta aventura,
con corporal clausura
pagará insomne acecho."
"Poco os han de servir
glorias inmateriales
si por harto vejamen
como tantos hidalgos
acabe usted finado.
Será verlo y plañir."
Sensateces enuncian,
mas me hallo condenado
por masculino enfado,
ladina y blanca argucia.
Dejo detrás, rengueante,
Duro mármol, sollozos,
por llano trabajoso
con pisoteadas trompas
yermas, ya no canoras,
fríos cuerpos serpenteantes.
Non fuyades, ya braman
dementes moribundos
que, batiendo sus puños,
mis dolidos pies dañan.
En sus rostros sin cuencas
vislumbro mi futuro,
pero los sé perjuros,
pues, débiles, cejaron,
y en esfuerzo inhumano,
traspongo escena cruenta.
Podría seguir años
relato laberíntico
que, en circular desquicio,
devuélveme a este claro.
Así me hallo, amigo,
atrapado en delirios,
pues me dices, sin vicios,
que no hay zorro embustero,
que por propios entuertos
quimeras yo persigo.
La verdad no es consuelo
de incumplidas promesas
que rüina fomentan
sueños que aún anhelo.
Desenvaina, querido,
he mudado de mente,
mude tu hoja mi suerte,
en último favor,
que el bermejo estertor
me extirpe el zorro esquivo.