Si atenuaras esos bríos
Si atenuaras esos bríos,
si plegaras tu velamen
y dejaras ese porte
asaz gallardo y sombrío.
Pues verías, no hay lugar
donde el sol no sea áureo disco,
donde, hábil, la espada cante,
o sea suave el duro risco.
Si te postraras, humilde,
y ese insomnio pendenciero
bajo el llanto sucumbiera.
Si dejaras ya las armas.
Pues verías, caballero,
que el anhelado sosiego
-artífice de tal ruina
de desdichados viajeros -
no está al norte, ni está al sur,
ni allende el mar, asevero.
Esa calma y sacra fuente
en las entrañas se oculta:
ninguna espada la asalta
ni la conquista la pluma
sólo impávido silencio
la revela tras la bruma.
Deje manso su corcel,
apéese, deje sus armas,
usted ya no es un doncel,
es don de vasta mirada.
No se guíe por mi aspecto,
que aunque soy pobre ermitaño,
por mis preciados harapos
como a rey esto aconsejo:
Que la postrera mortaja
os encuentre así, sereno,
con la mirada vacía,
el rostro surcado y pétreo.