¿Me has de devorar, altivo gigante?

¿Me has de devorar, altivo gigante?

¿Me has de devorar, altivo gigante?
Pues te haré saber, no soy buen bocado
Bajo estos ropajes, por fuera elegantes,
sólo hay vana carne, hueso y ligamento.

Sabed, nada de esto es grato alimento,
para un ser, cual vos, de entendimiento,
capaz de razón, y de gran linaje,
pues aunque maldito, desviado y deforme,
nacido sos, sí, de humana madre.

A semejanza de los Altos fuiste hecho.
Si torpe escultura, perfecto en potencia:
manos de pintor, boca de poeta,
jorobas, y muchas, como ostenta un sabio,
ojo, que es uno, para ver lo bello.

Y así te empeñas por blandir garrote,
desdeñando pluma; proferir absurdos,
eructar, babearte, cual rufián sin arte,
atorarte en carnes sin clemencia alguna.

Y olvidás que sos eso que ingerís,
que tu boca hicieron para cantar coplas,
sonreir y amar, o para el debate,
y que la gula es injuria y maltrato
para aquellas fauces que el creador te ha dado.

Gloriosos filósofos, encumbrados poetas,
rechazaron platos por su sacro oficio,
¿Qué sería un banquete al lado del mármol,
de imperecederos, áureos artificios?

Aquello que vale por todos los tiempos,
que no se corrompe, que a la muerte escapa,
vale harto más que el carnal sustento,
que el juicio ora nubla, la razón ya empacha.

Así pues...

Altivo gigante, si bien me he explicado,
Verás que es mi carne mundano alimento.
Libera a este pobre caballero errante,
y halla austera gloria, si eterna, en las artes.