Llegaron del Oeste: Crónica, parte VI

Llegaron del Oeste: Crónica, parte VI

¡Buenas! Hace 2 semanas aproximadamente, y poco después de publicar la 5ta entrega de la crónica de esta campaña de Burning Wheel, tuvimos la sesión 11va, a la que estará dedicada esta 6ta parte de la crónica.

Terminamos, y retomamos, con Espino y Leanathar capturando al líder de los orcos, cuyo nombre, poco después averiguaron, es Patamlush, y efectivamente, por su aspecto, es un elfo devenido elfo oscuro, y posteriormente devenido orco (algo que es posible según las reglas de Burning Wheel Codex, y que en parte está tomado de Tolkien), razón por la cual está más educado que sus subordinados. Patamlush se identifica como súbdito de Tanaqurtu, la mismísima sombra al acecho, el general de aquellas fuerzas de orcos, trolls y otros seres cuyo objetivo radica en el fin de toda civilización, de la tiranía de los vivos.

Los orcos, como relata Patamlush, han sido animados a partir del lodo y la tierra mismos, y forman parte de la furia del mundo para con los humanos y su torpe civilización, pero también contra los elfos, que se creyeron señores del mundo por tantos milenios y observaron cómo sufría impasiblemente.

Pero Patamlush tiene un mensaje también para Leanathar. Le comenta cómo él está más próximo al orco de lo que cree, pues ha salido de su paraíso burbuja (Rea) y está en contacto con el sufrimiento del mundo, y esto lo hará abandonar las maneras élficas poco a poco, por una creciente ira y desprecio.

Es entonces que Patamlush se ofrece a cantar una canción que le aclarará a Leanathar lo que dice. Esta canción es sobre Minaril, la primera elfa oscura sobre la que cantan las leyendas, aquella que, como después Syragon, dio la espalda a su sociedad y leyes, y las abandonó para perseguir sin freno sus ideales.

En la época en que Minaril creció, los elfos se enseñoreaban sobre el mundo entero, y aún sobre varios otros, y tenían torres que llegaban al cielo mismo, y en sus cimas encendían faroles que brillaban como estrellas, iluminando el cielo nocturno. Las ciencias élficas estaban en su esplendor, y los primeros nacidos viajaban entre las torres en barcas voladoras, sin pisar el suelo. Cada linaje élfico tenía su propia torre, y eran su máximo orgullo, obras de la más fina ingeniería y artesanía erigidas tras siglos de trabajo.

Sin embargo, con dotes arcanas ya olvidadas, estos antepasados de los elfos moldeaban la superficie, daban forma a montañas, abrían surcos para ríos, causaban inundaciones y daban vida o muerte a pueblos de todo tipo, efectivamente jugando a ser dioses (si no lo eran en efecto). Minaril, de corazón compasivo, se rebeló contra estas prácticas, contra su familia, y aún contra todos los elfos, reunió a otros rebeldes y decidió utilizar las polvorientas escaleras para descender a la superficie nuevamente. 

Una vez allí, en un acto blasfemo de ira y al observar el sufrimiento de los pueblos jóvenes por la arrogancia élfica, destruyó las torres de su linaje, acabando con una maravilla de las artes élficas y posiblemente destruyendo a su linaje, la mayoría del cual estaba en lo alto de las torres todavía.

Teruel, compañero guardabosques de Leanathar, conociendo esta funesta canción, se alejó, algo apesadumbrado, para no volver a oirla, y ante un Espino curioso, proclamó "la curiosidad de Leanathar terminará por destruirlo".

Leanathar escucha la canción completa, y hacia su final, está llorando por imaginarse vívidamente los pecados de los primeros nacidos, y los crímenes de Minaril a pesar de sus buenas intenciones. La canción, aunque seductora, no lo logra arrastrar al lado oscuro, y al sospechar que Patamlush no le cuenta toda la verdad, decide llevarlo a Burivostok, y entregarlo a Ljusha, la encantadora del pueblo, para que lo cuide.

Mientras Leanathar, Espino, Teruel y Patamlush se dirigen a Burivostok, volvemos con Vlad, quien está organizando con Varja, el otro líder del pueblo, el acercamiento con las tropas a Anrikjenna, la ciudad bajo asedio orco. Deciden dividirse las magras fuerzas, que con suerte llegarán a 70 cazadores y guerreros, en 2 grupos: uno liderado por Varja mismo, y el otro liderado por Vlad. El plan es que un grupo vaya por el río hasta la ciudad asediada, pero el otro grupo descienda hacia el sur y luego vaya al oeste hasta Anrikjenna, para reducir la posibilidad de una emboscada y también para poder analizar el asedio desde 2 puntos distintos. Usarán aves y cetrería para comunicarse entre ambos grupos.

Cuando los héroes se reúnen (Espino, Vlad y Leanathar), sin embargo, Espino comunica al grupo que no los acompañará en el asedio, sino que desea partir al norte, cruzando el Río del Olvido, hacia las tierras de la manada de Gamberro (una manada a la que pertenece Shékiro, y los lobos que Espino liberó en Burivostok), para cerciorarse de que estén bien tras la erupción del Volcán Tanaqoma.

Poco pueden hacer Vlad y Leanathar para convencerlo, y Espino marcha con los suyos al norte. Cruza el río ágilmente, y tras algo de dificultad contacta con la maltrecha manada de Gamberro, refugiada en una cueva. Gamberro se ha obstinado en no abandonar su territorio, a pesar de las objeciones de Shekiro, y de los orcos que descienden de a centenares por las laderas del propio volcán Tanaqoma, junto con las nubes de ceniza expelidas al cielo y que cubren el sol casi por completo, dificultando bastante para la manada permanecer en esas tierras. Han perdido a 2 de los suyos y se encuentran bastante débiles, tras algunos ataques orcos y la imposibilidad de salir a cazar.

grey wolf on snow field
Photo by Robson Hatsukami Morgan / Unsplash

Espino se ofrece a ayudar, y con algunos de los suyos sigue el rastro de una loba perdida, Haya, de la manada de Gamberro. La encuentra en lo alto de una colina, no sin antes ser apedreado por algunos orcos, y tener que combatir para matar a algunos y hacer huir al resto. Pragmático como todo lobo, lleva a los orcos muertos como obsequio para Gamberro y su manada, para que puedan superar estos días en los que no pudieron cazar.

Al llegar con Haya y con este alivio para las necesidades de la manada, Espino presencia una puja de poder: Shékiro, hastiado por la obstinación de Gamberro por permanecer en la cueva, lo desafía abiertamente y se propone como nuevo líder de la manada. Gamberro lo acusa de aprovechar un momento de dificultades para la manada para conseguir poder, y dice que no cederá su rol sin resistencia.

Sólo Espino logra interceder exitosamente, proponiendo que pongan a un lado sus diferencias hasta escapar del peligro. Ofrece las tierras al sur de los dominios de su manada para que la manada de Gamberro se relocalice, alejándose de estas tierras ahora plagadas de orcos. Gamberro y Shékiro acceden, y parten hacia el sureste. Ya libre, Espino se dirige nuevamente hacia el sur, hacia Anrikjenna.

A esta ciudad han llegado Leanathar y Vlad, y sus tropas, casi 40 soldados, y observan a los orcos, organizados en pequeños grupos y festejando, bebiendo o retozando, sin gran disciplina militar y no muy preocupados por mantener el cerco sobre la ciudad humana. Leanathar y Vlad se adelantan con algunos pocos soldados para obtener más información, llegan a los muros de Anrikjenna y los trepan.

Del otro lado de los muros, se encuentran con Sudarh Rilike, un caballero con el que se habían topado anteriormente en Burivostok, cuando éste fue a exigir ayuda contra los orcos. Lo encuentran mucho más derrotado moralmente, ya que, como les cuenta, quien dirige aquella ciudad prohibió expresamente a Rilike salir a enfrentar abiertamente a los orcos. Por el contrario, todo habitante de Anrikjenna debe permanecer dentro de los muros, en penitencia y rezo continuo.

Es que Anrikjenna es una ciudad profundamente devota, también llamada Shestimostá, por los 6 puentes que, según la leyenda, su versión ideal al Oeste tiene construidos. Cada uno de los 6 puentes representa una virtud de la religión del Culto Ancestral (la misma que profesa Dimitry/Dima, amigo de Vlad), sin embargo, sólo 4 de dichos puentes fueron construidos en la Anrikjenna del bosque crepuscular: los puentes del Silencio, la Obediencia, la Plegaria y la Paciencia, mientras que los del Estoicismo y la Memoria todavía no han sido construidos.

Esto es para Ljubljana una grandísima falta, y razón del asedio que los dioses envían sobre Anrikjenna, al cual deben responder, no con violencia, sino con estoicismo y esfuerzo. Es por esto que ha ordenado dedicar todos los esfuerzos a comenzar la construcción de los puentes restantes, empresa demente en un contexto en el que la comida escasea y los orcos podrían penetrar las defensas en cualquier momento. 

Rilike no puede ayudar, sin embargo, a Vlad y a Leanathar, dado que Ljubljana lo ha castigado por insistir en organizar las defensas de la ciudad. Solamente atina a recomendarles que visiten a Regir, un bibliotecario y relojero, y eso hacen los héroes.

La casa de Regir parece una fortaleza contra el mundo, con los postigos cerrados y pocos signos de vida salvo un cartel en la puerta. Por una mirilla, Regir se asoma e intenta deshacerse de Vlad y Leanathar, pero su interés cambia al descubrir que Leanathar es un elfo. Una vez dentro de la casa, los héroes pueden apreciar el hogar de un obsesionado por el conocimiento y también de un acumulador, ya que libros adornan paredes, suelo, y toda superficie posible, generando un ambiente bastante insalubre.

Leanathar interroga a Regir sobre Ljubljana y sobre el funcionamiento del gobierno de Anrikjenna, y tras conectar puntos, llegan a la conclusión de que Syragon estuvo también en esta ciudad hace algunos meses, hospedado personalmente por la hermana regente, y que es probable que le haya dejado alguno de los regalos utilizados para manipular a otros humanos. Así es que el grupo se decide a ir personalmente a visitar a Ljubljana y convencerla de responder apropiadamente a la invasión orca antes de que sea demasiado tarde.

El primer obstáculo es convencer a Regir de abandonar su hogar para ayudar a los héroes, y es que este bibliotecario, de frágil salud, siente pavor ante la idea de abandonar su casa. Una vez conseguido esto, marchan hacia las Torres del Perdón, donde habita la hermana regente y su segunda, Ljubljana y Tineva.

Tineva es el segundo obstáculo, pero permite pasar a Regir, sorprendida al verlo fuera de su casa y con la excusa de entregar un reloj arreglado personalmente a Ljubljana. Leanathar se presenta y su aura élfica amedrenta a la hermana, que accede a que tengan una audiencia con Ljubljana.

Pero antes, deben subir por las empinadas escaleras de caracol hacia el campanario de la torre, donde reside Ljubljana. A mitad de camino, abandonan a un Regir exhausto, y finalmente llegan a lo alto de la torre y se encuentran con su objetivo.

Pero acá cortamos tanto la sesión como el relato, que quedó bien largo 😩. Se vienen unas semanas ocupadas, así que vamos a retomar la campaña, posiblemente, recién hacia fines de noviembre. ¡Hasta la próxima!